Los pastores deben ser hombres espiritualmente maduros que dirigen y pastorean la congregación, “no como obligados, sino de buena gana; tampoco por amor a ganancia falta de honradez, sino con empeño” (1 Pedro 5:1-3). ¿Qué hacen en nuestro favor?
Nos cuidan y nos protegen. Los pastores deben guíar a la congregación y proteger su espiritualidad. Conscientes de que es Dios quien les ha dado este importante encargo, no deben imponer su autoridad, sino que contribuir al bienestar y felicidad de los hermanos (2 Corintios 1:24). Tal como un pastor cuida con esmero a cada una de sus ovejas, los pastores cristianos se deben preocupar por conocer individualmente a todos los miembros del rebaño de Dios (Proverbios 27:23).
Nos enseñan a hacer la voluntad de Dios. Semana a semana, los pastores se deben preparar, para nutrirnos la fe (Hechos 15:32). Deben también dar el ejemplo en la evangelización, predicar con las hermanas y hermanos.
Nos animan personalmente. A fin de satisfacer las necesidades espirituales de cada uno, los pastores deben visitar a los hermanos (as) en los hogares y conversar también con ellos en la Iglesia. Deben ofrecer ayuda y consuelo utilizando las Escrituras (Santiago 5:14, 15).
Si los pastores cumplen con la tarea encomendada por Dios son y serán siempre merecedores de nuestro respeto.
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