Pedro, quien estuvo presente aquella noche, entendió que los verdaderos discípulos deben demostrar un amor semejante al de Cristo, además de otras cualidades afines. Años después animó a los cristianos a cultivar virtudes como el autodominio, el cariño fraternal o el amor, y añadió que de ese modo evitamos volvernos “inactivos o infructíferos” (2 Pedro 1:5-8). Prescindiendo de nuestras circunstancias, todos podemos manifestar el fruto del espíritu. Por consiguiente, procuremos expresar más plenamente las cualidades de Cristo, como el amor, la bondad o la apacibilidad, pues “contra tales cosas no hay ley”, es decir, no tienen límite (Gálatas 5:23). Sí, llevemos “más fruto”.
sábado, 20 de febrero de 2016
EL FRUTO DE CUALIDADES CRISTIANAS
En la enumeración de lo que constituye “el fruto del espíritu”, el amor ocupa el primer lugar. El espíritu de Dios genera amor en los cristianos, pues estos obedecen el mandato que Jesús dio poco antes de relatar la ilustración de la vid y su fruto, cuando dijo a sus apóstoles: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros” (Juan 13:34). De hecho, a lo largo de la conversación que sostuvo aquella última noche de su vida en la Tierra, les recordó varias veces la necesidad de expresar amor (Juan 14:15, 21, 23, 24; 15:12, 13, 17).
Pedro, quien estuvo presente aquella noche, entendió que los verdaderos discípulos deben demostrar un amor semejante al de Cristo, además de otras cualidades afines. Años después animó a los cristianos a cultivar virtudes como el autodominio, el cariño fraternal o el amor, y añadió que de ese modo evitamos volvernos “inactivos o infructíferos” (2 Pedro 1:5-8). Prescindiendo de nuestras circunstancias, todos podemos manifestar el fruto del espíritu. Por consiguiente, procuremos expresar más plenamente las cualidades de Cristo, como el amor, la bondad o la apacibilidad, pues “contra tales cosas no hay ley”, es decir, no tienen límite (Gálatas 5:23). Sí, llevemos “más fruto”.
Pedro, quien estuvo presente aquella noche, entendió que los verdaderos discípulos deben demostrar un amor semejante al de Cristo, además de otras cualidades afines. Años después animó a los cristianos a cultivar virtudes como el autodominio, el cariño fraternal o el amor, y añadió que de ese modo evitamos volvernos “inactivos o infructíferos” (2 Pedro 1:5-8). Prescindiendo de nuestras circunstancias, todos podemos manifestar el fruto del espíritu. Por consiguiente, procuremos expresar más plenamente las cualidades de Cristo, como el amor, la bondad o la apacibilidad, pues “contra tales cosas no hay ley”, es decir, no tienen límite (Gálatas 5:23). Sí, llevemos “más fruto”.
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