martes, 14 de abril de 2015

Acudan a Dios para ser felices en el matrimonio

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“El que los creó desde el principio los hizo macho y hembra.” (Mateo 19:4)
Jehová *

Dios casó a la primera pareja. La Biblia dice que él creó a la primera mujer y “procedió a traerla al hombre”. Adán se sintió tan feliz que dijo: “Esto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:22,23). Dios sigue queriendo que los casados sean felices.
Cuando dos personas se casan, quizá piensen que todo será perfecto. Pero la realidad es que hasta las parejas que más se aman tendrán problemas (1 Corintios 7:28). En este estudio hallará principios bíblicos que, si los pone en práctica, contribuirán a la felicidad de su matrimonio y su familia (Salmo 19:8-11).

1. Acepte el papel que Jehová le ha dado

Lo que dice la Biblia: El esposo es el cabeza de la familia (Efesios 5:23).
Si usted es el esposo, Cristo espera que cuide de su esposa con cariño (1 Pedro 3:7). Él la creó como complemento suyo y quiere que la trate con dignidad y amor (Génesis 2:18). Debe amarla tanto que los intereses de ella sean más importantes que los suyos (Efesios 5:25-29).

Si usted es la esposa, Dios espera que le tenga profundo respeto a su esposo y que lo ayude a cumplir con su papel (1 Corintios 11:3; Efesios 5:33). Apóyelo en sus decisiones y coopere con él de buena gana (Colosenses 3:18). Al hacerlo, será muy valiosa a los ojos de él y de Jesùs (1 Pedro 3:1-6).

Lo que puede hacer: Pregúntele a su cónyuge qué puede hacer usted para ser un mejor esposo o esposa. Escuche con atención lo que le diga y haga lo posible por ponerlo en práctica
Sea paciente. Aprender a complacerse mutuamente toma tiempo

2. Muestre interés sincero por los sentimientos de su cónyuge

Lo que dice la Biblia: Es importante que tome en serio los intereses de su pareja (Filipenses 2:3,4). Trate bien a su cónyuge, recuerde que Dios espera que sus siervos sean amables siempre (2 Timoteo 2:24). Piense en cómo va a expresarse, pues la Biblia advierte: “Las palabras desconsideradas hieren como una espada, la palabra de un sabio será el remedio” (Proverbios 12:18). El espíritu de Dios lo ayudará a hablar de manera amorosa y con bondad (Gálatas 5:22,23; Colosenses 4:6).

Lo que puede hacer: Pídale a Dios que lo ayude a mantener la calma y una mentalidad abierta antes de hablar de asuntos importantes con su cónyuge.
Piense con cuidado qué dirá y cómo lo dirá

3. Recuerde que son un equipo

Lo que dice la Biblia: Al casarse, los cónyuges llegan a ser “una sola carne” (Mateo 19:5). Pero siguen siendo dos personas que a veces tendrán diferencias de opinión. Así que es necesario que ustedes aprendan a estar unidos en lo que piensan y sienten (Filipenses 2:2). La unidad es imprescindible cuando tomen decisiones. ¿Cómo se logra? La Biblia dice: “Por el consejo los planes se establecen firmemente” (Proverbios 20:18). Permita que los principios bíblicos los guíen cuando decidan juntos sobre alguna cuestión importante (Proverbios 8:32,33).

Lo que puede hacer: No se limite a hablar con su cónyuge de cosas generales; háblele de sus sentimientos
Antes de comprometerse a hacer algo, consulte el tema con su cónyuge

Sea realista y optimista

No espere perfección ni de usted ni de su pareja (Salmo 103:14; Santiago 3:2). Intente enfocarse en las buenas cualidades de su cónyuge. Confíe en que los principios bíblicos darán resultados y sea paciente (2 Timoteo 3:16). Jesùs recompensará los esfuerzos que haga por seguir sus consejos, y su matrimonio se irá fortaleciendo con el paso del tiempo (Gálatas 6:9).

Pregúntese:

¿Siente mi pareja que me intereso más en él o ella que en mí?
¿De qué maneras le he demostrado hoy amor y respeto a mi cónyuge?

lunes, 13 de abril de 2015

¿Puede ayudarnos la Biblia a luchar contra la depresión?

La respuesta que da la Biblia

Claro que sí. De hecho, la mejor ayuda proviene de “Dios, que da aliento a los deprimidos (2 Corintios 7:6).

¿Qué clase de ayuda ofrece Dios a los deprimidos?

  • Fortaleza. ¿De qué manera “da aliento” Dios a los deprimidos? Tal vez no elimine todos sus problemas, pero les da las fuerzas que necesitan para seguir adelante (Filipenses 4:13). Usted puede tener la certeza de que él escucha sus oraciones, pues la Biblia asegura: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu(Salmo 34:18). Lo que es más, Dios puede escuchar sus ruegos por ayuda aun cuando usted ni siquiera sea capaz de expresar sus sentimientos con palabras (Romanos 8:26, 27).
  • Ejemplos bíblicos animadores. El escritor de uno de los salmos le expresó su angustia a Dios con estas palabras: “Desde lo profundo de mi desesperación clamo por tu ayuda”. ¿Qué lo ayudó a combatir su depresión? Recordar que Dios no desea que vivamos atormentados por sentimientos de culpa. “Si llevaras un registro de nuestros pecados —reconoció el salmista—, ¿quién, oh Señor, podría sobrevivir? Pero tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte.(Salmo 130:1, 3, 4)
  • Esperanza. Además de darnos consuelo hoy, Dios promete poner fin a todas las causas del sufrimiento y la depresión. Cuando cumpla dicha promesa, “las cosas anteriores [como el dolor de la depresión] no serán recordadas, ni subirán al corazón(Isaías 65:17).
Nota: Los Cristianos confiamos en la ayuda que Dios brinda, pero también buscamos atención médica cuando sufrimos de enfermedades como la depresión (Marcos 2:17). Con todo, no promovemos ningún tratamiento en particular, pues cada quien debe tomar sus propias decisiones en materia de salud.
Pastor Venjamín Vicuña.

¿Qué dice la Biblia acerca de los matrimonios del mismo sexo?



La respuesta que da la Biblia

Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido. Dice el primer libro de la Biblia: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne(Génesis 2:24). El Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de W. E. Vine, dice que la palabra hebrea traducida como “esposa” en este pasaje “señala a cualquier persona del sexo femenino”. Más tarde, Jesús confirmó que los cónyuges tienen que ser “macho y hembra(Mateo 19:4).
Por consiguiente, Dios estipuló que el matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre hombre y mujer. Ambos seres están diseñados para complementarse a fin de tener hijos y satisfacer mutuamente sus necesidades y deseos de orden espiritual, emocional y sexual.

Si dos personas están enamoradas, ¿tiene algo de malo que vivan juntas antes de casarse?


La respuesta que da la Biblia

La Biblia declara que “Dios juzgará a los fornicadores(Hebreos 13:4). El término griego original para “fornicación”(pornéia) incluye las relaciones sexuales premaritales. Por tanto, Dios no va a mirar con buenos ojos que un hombre y una mujer vivan juntos, aun cuando tengan la intención de casarse después.
Por muy enamoradas que estén dos personas, Dios exige que se casen antes de mantener relaciones sexuales. Si el amor es la principal cualidad de Dios y fue él quien dotó a los seres humanos de la capacidad de amar, debe tener buenas razones para insistir en que solo las parejas casadas tengan relaciones íntimas (1 Juan 4:8).

¿Es Dios culpable del sufrimiento?



La respuesta que da la Biblia

La Biblia contesta con un rotundo no. El sufrimiento no entraba en su propósito para el hombre. Lo que sucedió fue que nuestros primeros padres se rebelaron contra la autoridad divina y decidieron fijar sus propias normas sobre lo bueno y lo malo. Le dieron la espalda al Creador y pagaron las consecuencias.
Hoy experimentamos los efectos de su mala decisión. Dios no es de ningún modo el causante del sufrimiento.
De ahí que la Biblia declare: “Al estar bajo prueba, que nadie diga: ‘Dios me somete a prueba’. Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba él mismo a nadie(Santiago 1:13). Ningún ser humano está exento de sufrir, ni siquiera los que gozan del favor divino.


¿Son los desastres naturales castigos de Dios?


La respuesta que da la Biblia

La Biblia no enseña que Dios sea el causante de los desastres naturales de la actualidad. Tales catástrofes son muy distintas de los juicios divinos descritos en la Biblia.
  1. Dios es selectivo. La Biblia declara: “El simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón(1 Samuel 16:7).
  2. Dios sabe lo que hay en el corazón de la gente y destruye solo a quienes considera malvados (Génesis 18:23-32).
  3. Dios siempre avisa antes, lo cual brinda a los justos la oportunidad de salvarse.
Los desastres naturales, en cambio, dan pocos avisos o ninguno, y azotan indiscriminadamente, causando muertes y lesiones graves. Por otra parte, el hombre ha empeorado hasta cierto punto la situación al dañar el medio ambiente y construir en zonas sísmicas, inundables o de condiciones meteorológicas extremas.

Cómo perdonar


EL PROBLEMA

Cuando discuten, usted y su cónyuge se echan en cara antiguas faltas que deberían estar enterradas desde hace mucho tiempo. ¿Por qué? Porque uno de los dos, o los dos, no saben cómo perdonar.


Pero se puede aprender. Claro, antes hay que entender por qué cuesta tanto trabajo perdonar.

LAS CAUSAS

Manipulación. Hay quienes se niegan a perdonar a su cónyuge a fin de poder manipularlo más adelante. Entonces, en la siguiente discusión, sacan a relucir el problema no resuelto para salirse con la suya.

Resentimiento. Las heridas de una ofensa pasada pueden tardar mucho en sanar. Uno podría decir que ha perdonado, pero quizás guarde resentimiento e incluso tenga deseos de desquitarse.

Desilusión. Muchos comienzan su matrimonio creyéndose que su vida será un cuento de hadas. De modo que cuando surgen peleas, se preguntan cómo es posible que su alma gemela piense tan distinto a ellos, y se niegan a ceder. Las expectativas irreales lo pueden hacer a uno más propenso a criticar y menos propenso a perdonar.

Conclusiones equivocadas. Muchas personas creen que si perdonan a su cónyuge, saldrán perdiendo. Piensan, por ejemplo:

“Si lo perdono, es como restarle importancia a su falta.”
“Si lo perdono, tendré que olvidar lo que me hizo.”
Si lo perdono, tendré que soportar que me lo siga haciendo.

En realidad perdonar no implica nada de lo anterior. Pero aun así puede resultar difícil, sobre todo en una relación tan íntima como la de pareja.

 LO QUE PUEDE HACER

Trate de comprender qué implica el perdón. El término bíblico que se traduce por “perdonar” también puede significar “abandonar”. Así que perdonar no siempre exige olvidar lo que pasó o minimizar las faltas. En ocasiones simplemente implica “abandonar” el tema, por el bien de uno y el de la relación.

Piense en las consecuencias de no perdonar. Algunos expertos opinan que quien guarda rencor corre un riesgo mayor de sufrir problemas físicos y emocionales, como la depresión o la hipertensión, y eso sin mencionar el daño que sufre el matrimonio mismo. No en balde dice la Biblia: “Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros” (Efesios 4:32).

Piense en los beneficios de perdonar. Quien acostumbra perdonar no lleva la cuenta de los errores de su pareja, sino que le otorga el beneficio de la duda. Ese espíritu crea un ambiente propicio para el amor, no para el resentimiento.(Principio bíblico: Colosenses 3:13.)

Sea realista. Le será más fácil perdonar si acepta a su cónyuge tal como es, con sus defectos y virtudes. El libroFighting for Your Marriage (Luche por su matrimonio) explica: “Si hace una lista de lo que no ha recibido, será más difícil hacer una lista de lo que sí ha recibido. ¿En cuál de las dos le gustaría concentrarse?”. Recuerde: ninguno de los dos es perfecto. (Principio bíblico: Santiago 3:2.)

Sea razonable. La próxima vez que se sienta ofendido por algo que el otro dijo o hizo, pregúntese: “¿Realmente es tan grave lo que pasó? ¿Es necesario exigir una disculpa, o se puede pasar por alto?”. (Principio bíblico: 1 Pedro 4:8.)

Si lo cree necesario, hable del asunto. Explique con calma qué fue lo que le ofendió y por qué se siente así. No le impute malos motivos a su cónyuge ni haga declaraciones tajantes, pues solo conseguirá que se ponga a la defensiva. Simplemente dígale cómo se sintió por lo sucedido.





Cuatro pasos para solucionar los problemas en la familia



Ningún matrimonio es perfecto, pues todos afrontan dificultades de algún tipo. Pero sean estas grandes o pequeñas, es importantísimo que los cónyuges busquen cómo resolverlas. ¿Por qué?
Porque con el tiempo, las cuestiones sin resolver pueden convertirse en barreras que impidan la comunicación. El sabio rey Salomón escribió: “Hay contiendas que son como la barra de una torre de habitación” (Proverbios 18:19). Por lo tanto, ¿cómo puede usted mejorar la comunicación al afrontar problemas?
Se podría comparar el matrimonio con nuestro cuerpo. Así como la sangre cumple un papel fundamental en mantenernos vivos, así de vital es la comunicación. Pero para que esta fluya debidamente, hacen falta dos cualidades comparables al corazón y los pulmones: el amor y el respeto (Efesios 5:33). A la hora de resolver sus diferencias, el amor motivará a la pareja a pasar por alto errores pasados —y las heridas emocionales que produjeron— y a centrarse en el problema en cuestión (1 Corintios 13:4, 5; 1 Pedro 4:8). El respeto también es fundamental, pues la persona que respeta a su cónyuge deja que este hable y se esfuerza de corazón por entender lo que quiere decir, y no solo lo que dice.

Cuatro pasos para solucionar los problemas

Examine los cuatro pasos que se enumeran a continuación y observe de qué manera pueden ayudarle los principios bíblicos a resolver los problemas con amor y respeto.

 1. Fije un momento para hablar del tema.

“Para todo hay un tiempo señalado; tiempo de callar y tiempo de hablar.” (Eclesiastés 3:1, 7.) Algunos desacuerdos suscitan sentimientos muy intensos. Si eso ocurre, domínese y no discuta. Antes de que las emociones se desborden, deténgase y propóngale a su pareja hablar del asunto después. Evitará causarle mucho daño a su relación si toma en serio el siguiente consejo bíblico: “Comenzar una discusión es abrir una represa, antes que la pelea estalle, retírate” (Proverbios 17:14).
No obstante, también hay un “tiempo de hablar”. Como la mala hierba, los problemas crecen si no se les presta atención. Por consiguiente, no pase por alto la cuestión esperando a que desaparezca por sí sola. Si usted interrumpe una discusión, muéstrele respeto a su cónyuge fijando un momento no muy lejano para volver a hablar del asunto. Dar este paso les ayudará a ambos a actuar en armonía con el espíritu de esta exhortación bíblica: “Que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado” (Efesios 4:26). Por supuesto, entonces usted debe cumplir con su palabra.

¿POR QUÉ NO INTENTA ESTO? Acuerde con su cónyuge un tiempo fijo todas las semanas para hablar de los problemas de la familia. Si les parece que les cuesta más controlarse en ciertos momentos del día —como al llegar a casa del trabajo o antes de comer—, no hablen de problemas en esas ocasiones y escojan una hora en la que crean que ambos estarán menos tensos.

2. Exprese su opinión con franqueza y respeto.

“Hable verdad cada uno de ustedes con su prójimo”, aconseja Efesios 4:25. Y el prójimo más cercano de una persona casada es su cónyuge. Por lo tanto, sea franco y específico al expresarle sus sentimientos. La hermana Margareta,  que lleva veintiséis años casada, dice lo siguiente: “De recién casada esperaba que, cuando surgía un problema, mi esposo supiera sin más cómo me sentía. Aprendí que eso no es realista, y ahora trato de expresarle claramente mis ideas y sentimientos”.
Recuerde que su objetivo al hablar de un problema no es ganar una batalla ni vencer a un enemigo, sino que su cónyuge sepa lo que usted piensa. Para lograrlo, indique cuál cree que es el problema, luego indique cuándo surge y, por último, exprese cómo le hace sentir. Por ejemplo, si le molesta que su cónyuge lo deje todo en cualquier sitio, podría decirle con respeto: “Cuando dejas la ropa en el suelo al llegar del trabajo [aclarando así cuál es el problema y cuándo surge], siento que no valoras todo lo que hago por mantener la casa ordenada [explicando así cómo se siente al respecto]”. Luego sugiérale con tacto una solución al problema.

¿POR QUÉ NO INTENTA ESTO? A fin de tener las ideas claras antes de hablar con su cónyuge, escriba cuál cree que es el problema y cómo le gustaría que se resolviera.

3. Escuche a su cónyuge y procure comprender sus sentimientos.

 El discípulo Santiago escribió que el cristiano debe ser “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira” (Santiago 1:19). Pocas cosas causan más desdicha en un matrimonio que el sentimiento de que el otro no entiende cómo uno se siente ante un problema en particular. Por eso, ¡determínese a no darle esa impresión a su cónyuge! (Mateo 7:12.)
El hermano Carlos, que lleva casado treinta y cinco años, comenta: “Hablar de problemas me pone tenso, sobre todo cuando me parece que mi esposa no entiende lo que pienso”. La hermana Dianna, que ya ha cumplido veinte años de casada, reconoce: “A menudo le reprocho a mi marido que realmente no me escucha cuando hablamos de nuestros problemas”. ¿Cómo puede usted derribar esta barrera?

 No suponga que ya sabe lo que su pareja piensa o siente. “Por la presunción solo se ocasiona una lucha, pero con los que consultan juntos hay sabiduría”, señala la Palabra de Dios (Proverbios 13:10). Respete la dignidad de su cónyuge dándole la oportunidad de que exprese su opinión sin interrupciones. Luego, para asegurarse de que le ha comprendido bien, dígale con sus propias palabras lo que usted entendió. Claro está, no le hable con sarcasmo ni agresividad. Permita que le corrija si hubo algo que no captó bien. En vez de dominar la conversación, túrnese con su pareja en el uso de la palabra hasta que ambos entiendan lo que piensa y siente el otro sobre el asunto.

Es cierto que se necesita humildad y paciencia para escuchar atentamente a su cónyuge y procurar entender su opinión. Pero si usted lo honra de esa forma, será más probable que él o ella haga lo mismo con usted (Mateo 7:2;Romanos 12:10).

¿POR QUÉ NO INTENTA ESTO? Cuando trate de hacerle ver a su cónyuge que usted entiende lo que él o ella piensa, no repita sus comentarios como un loro. Póngase en su lugar y procure expresar lo que, a su juicio, piensa y siente su pareja (1 Pedro 3:8).

4. Acuerden una solución.

 “Mejores son dos que uno, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio.” (Eclesiastés 4:9, 10.) Es muy difícil que los problemas maritales se arreglen sin la colaboración y el apoyo mutuo de los cónyuges.

Es verdad que Jehová ha nombrado al esposo cabeza de familia (1 Corintios 11:3; Efesios 5:23). Pero eso no le da derecho a ser un dictador. El esposo prudente no toma decisiones arbitrarias. El hermano David, que lleva veinte años casado, dice: “Busco algo en lo que estemos de acuerdo y trato de tomar una decisión que ambos podamos apoyar”. Tras siete años de matrimonio, Tanya comenta: “No se trata de quién tiene razón o no. A veces solo tenemos distintas opiniones sobre cómo resolver un problema. He comprobado que la clave es ser razonable y flexible”.

¿POR QUÉ NO INTENTA ESTO? Fomente un espíritu de equipo escribiendo junto con su cónyuge todas las soluciones que se les ocurran. Cuando se les acaben las ideas, repasen la lista y pongan en práctica la opción que a los dos les parezca bien. Luego, fijen un momento no muy lejano para ver si en realidad se hizo lo acordado y si surtió efecto.

La unión hace la fuerza

Jesús comparó el matrimonio a un yugo (Mateo 19:6). Un yugo es una barra de madera a la que se sujetan dos animales para que trabajen juntos. Si estos no cooperan, no podrán hacer mucho, y el yugo les irritará el cuello. Pero si trabajan juntos, podrán realizar tareas agotadoras, como arrastrar pesadas cargas o arar un campo.

De manera parecida, el yugo marital puede irritar a los cónyuges que no trabajan en equipo. Pero si aprenden a colaborar el uno con el otro, pueden solucionar casi cualquier problema y lograr mucho. Un hermano felizmente casado de nombre Juan resume así la cuestión: “En estos veinticinco años, mi esposa y yo hemos resuelto nuestros problemas hablando con franqueza, poniéndonos en el lugar del otro, pidiéndole a Jehová su ayuda y aplicando los principios bíblicos”. ¿Por qué no trata usted de hacer lo mismo?



¿Hay algo de malo en hacerse tatuajes?


La respuesta que da la Biblia

La Biblia menciona los tatuajes una sola vez, en Levítico 19:28, donde dice: “No deben ponerse marcas de tatuaje”. Dios les dio este mandato a los israelitas porque no quería que fueran como los pueblos vecinos que se grababan en la piel los nombres o símbolos de sus dioses (Deuteronomio 14:2). Aunque los cristianos no están bajo la Ley que Dios les dio a los israelitas, el principio tras este mandato merece seria consideración.

¿Está bien que un cristiano se haga tatuajes?

Analicemos algunos textos bíblicos que pueden servirnos de guía.
  • “Que las mujeres se adornen con modestia y buen juicio.” (1 Timoteo 2:9.) Este principio también es válido para los hombres. El cristiano no debe atraer indebidamente la atención ni incomodar a los demás por su apariencia.
  • Hay quienes se tatúan para reafirmar su identidad o sentirse libres, dueños de su propio cuerpo. Sin embargo, la Biblia insta a los cristianos: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio” (Romanos 12:1). La “facultad de raciocinio”, o la capacidad de razonar, puede ayudar a quien se quiera hacer un tatuaje a analizar sus motivos. Por ejemplo, tal vez desee seguir una moda o demostrar que pertenece a cierto grupo. Pero en ese caso conviene preguntarse: “¿Qué haré si el tatuaje pasara de moda o si me arrepintiera?”. Si uno analiza sus motivos, podrá tomar una buena decisión (Proverbios 4:7).
  • “Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja, pero todo el que es apresurado se encamina de seguro a la carencia.” (Proverbios 21:5.) A menudo, la decisión de hacerse un tatuaje se toma por impulso. Pero quien tome esa decisión tal vez tenga que cargar por mucho tiempo con las consecuencias. Sus relaciones interpersonales o su empleo podrían verse afectados. Además, quitarse un tatuaje es caro y doloroso. Se ha comprobado que muchas personas se arrepienten de tenerlos. Y ese hecho lo comprueba el floreciente negocio de eliminar tatuajes.

    Pastor Venjamín Vicuña.

sábado, 11 de abril de 2015

¿Debemos guardar el sábado?

DESPUÉS de ser libertados de la esclavitud egipcia, se les ordenó a los israelitas que guardaran un día de descanso o, sábado, semanal. Ese día habría de ser el séptimo día de la semana, comenzando con la puesta del Sol del viernes y terminando con la puesta del Sol del sábado. ¿Qué propósito tenía la ley que requería la observancia del sábado? ¿Es éste el sábado que debemos guardar hoy?

La observancia del sábado se impuso por primera vez a los israelitas en conexión con la provisión milagrosa del maná. En el sexto día la gente habría de recoger suficiente maná para que les durara dos días, pues no habría ninguno disponible en el séptimo día o sábado. (Éxo. 16:22, 23) Sin embargo, cuando llegó el séptimo día, algunos del pueblo sí se pusieron a buscar maná, lo cual indica que no estaban acostumbrados a observar un día de descanso. (Éxo. 16:27) Por lo tanto, el mensaje de Dios por medio de Moisés fue: “¿Hasta cuándo tendrán ustedes que rehusar guardar mis mandamientos y mis leyes? Tomen nota del hecho de que Jehová les ha dado el sábado. Es por eso que les está dando en el día sexto el pan de dos días. Quédese sentado cada uno en su propio lugar. No salga nadie de su localidad en el séptimo día.”—Éxo. 16:28, 29.

Al hacer arreglos para que su pueblo tuviera un sábado, Dios estaba obrando a favor de su pueblo. Esto le daba a todo el pueblo, incluso los esclavos, y hasta los animales domésticos, un período de descanso y refrigerio necesitados. Además, el sábado habría de recordar a los israelitas lo que el Altísimo había hecho al liberarlos del cautiverio egipcio. Durante ese período de esclavitud opresiva el pueblo no tuvo descanso. La ley de Dios declaró: “El séptimo día es un sábado a Jehová tu Dios. No debes hacer ningún trabajo, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu toro, ni tu asno, ni ningún animal doméstico tuyo, ni tu residente forastero que está dentro de tus puertas, a fin de que tu esclavo y tu esclava descansen lo mismo que tú. Y tienes que recordar que llegaste a ser esclavo en la tierra de Egipto y Jehová tu Dios procedió a sacarte de allí con mano fuerte y brazo extendido. Es por eso que Jehová tu Dios te mandó llevar a cabo el día sábado.”—Deu. 5:14, 15.

Puesto que la observancia sabática habría de servir de recordatorio de lo que Jehová Dios había hecho al libertar a los israelitas de Egipto, es claro que la ley acerca de guardar el sábado no existía antes de eso; tampoco se le había dado a ningún otro pueblo. Se halla corroboración adicional de esto en Éxodo 31:16, 17, donde leemos: “Los hijos de Israel tienen que guardar el sábado, para llevar a cabo el sábado durante sus generaciones. Es un pacto hasta tiempo indefinido. Entre yo y los hijos de Israel es una señal hasta tiempo indefinido, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra y el séptimo día reposó y procedió a refrescarse.” Así, en el caso de los israelitas, la observancia sabática fue una señal o prueba visible de la relación de pacto que ellos disfrutaban con su Dios. Seguramente, si otros pueblos hubieran estado guardando tal día de descanso, el sábado no pudiera haber servido de señal distintiva.

Aunque le mandó a su pueblo que guardara el sábado, Dios estaba más interesado en que le tuvieran aprecio sincero al arreglo que en que observaran rutinariamente el día. Aclaró esto por medio del profeta Isaías con estas palabras: “Si en vista del sábado vuelves atrás tu pie respecto al hacer tus propios deleites en mi día santo, y realmente llamas el sábado un deleite exquisito, un día santo de Jehová, uno que está siendo glorificado, y realmente lo glorificas en vez de hacer según tus propios caminos, en vez de hallar lo que a ti te deleita y hablar una palabra; hallarás en tal caso tu exquisito deleite en Jehová.”—Isa. 58:13, 14.
Note que lo que agradaba al Dios Altísimo no era el simplemente abstenerse de trabajar. Más bien, era cuestión de apartar el día como un día especialmente dedicado a él, y, así, concentrarse en los asuntos espirituales. Los israelitas habrían de abstenerse de seguir sus propios empeños egoístas y habrían de hallar deleite o placer en hacer la voluntad de Dios.

¿Qué hay de hoy día? ¿Requiere Dios que sus siervos aparten un día a la semana especialmente para él? Note lo que el apóstol Pablo escribió acerca de la observancia de días: “Un hombre juzga un día como superior a otro; otro juzga un día como todos los demás; cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que observa el día lo observa para Jehová.” (Rom. 14:5, 6) Estas palabras muestran que en el primer siglo los cristianos no estaban obligados a guardar día alguno como día de descanso. Para los cristianos la cosa importante era el hacer diariamente la voluntad de Dios.

La ley mosaica, con sus requisitos sabáticos, se cumplió en Jesucristo. Nunca había sido obligatoria para los no judíos, y por lo tanto no fue impuesta a las personas que aceptaban el cristianismo. Por eso, los cristianos no habrían de dejar que otros los condenaran, que les hicieran sentir que estaban pecando, debido a que no estaban guardando ciertos días. A los compañeros creyentes de Colosas, el apóstol Pablo escribió: “Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta, o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, mas la realidad pertenece al Cristo.”—Col. 2:16, 17.

Además, el apóstol Pablo advirtió a los cristianos gálatas en cuanto a los cristianos profesos que estaban tratando de hacerlos volver a la ley mosaica en diferentes respectos. Dijo: “¿Cómo es que se están volviendo de nuevo a las cosas elementales débiles y miserables y quieren servirles como esclavos otra vez? Ustedes están observando escrupulosamente días y meses y tiempos designados y años. Temo por ustedes, que de algún modo me haya afanado en vano con respecto a ustedes.” (Gál. 4:9-11) A los hebreos cristianizados, Pablo también escribió: “Nosotros los que hemos ejercido fe en el Cristo provisto por Dios sí entramos en el descanso, así como él Dios ha dicho.”—Heb. 4:3.

En vista de esto, ¿qué quiere Dios que haga su pueblo hoy día? Como en el caso de los israelitas a quienes se les mandó guardar una ley sabática semanal, lo que le place al Altísimo es que todas las cosas se hagan para su honra y no la mera observancia formalista de un día de descanso. (1 Cor. 10:31) Por eso, debemos esforzarnos por usar cada día de tal manera que traiga alabanza a Dios.

Por lo tanto, según el testimonio de las Escrituras, solo a los israelitas se les mandó guardar el séptimo día como sábado. Esta observancia sabática servía como señal de pacto entre Israel y Jehová Dios. Cuando Jesucristo cumplió la Ley, a sus seguidores no se les impuso que de nuevo guardaran el sábado. (Rom. 7:4-6) Sin embargo, por medio de abstenerse de ir en pos de cosas egoístas como si éstas fueran el punto focal de su vida, los cristianos demuestran que ellos reconocen la importancia de usar su tiempo para honrar al Creador. Cada día deben esforzarse por seguir el camino de Dios, demostrando que se deleitan en él.